
Tantos le han escrito a Miami, en bien y en mal, que dudé sí hacerlo yo , pero como dije, voy a hablar de ese Miami que me acogió hace ya casi siete años y del que no tengo intenciones de desprenderme.
En el 2012 cuando llegamos me pareció fría, distante, complicada y también incomprensible, pero ya es parte de mi vida, de mi aire.
Me quiero olvidar por un momento de las horas en que paso manejando en el tráfico infernal, jajajaja, de algunos malos tratos, de algunas hipocrecías, de desaires; con esas erlas de menos, a mí que me den el título de miamense ilustre… y a mucha honra.
En este Miami mis hijos comenzaron una nueva etapa de vida, se insertaron en la escuela como si hubieran nacido aquí, vi el cambio en Malcom: ya no lloraba, no se preocupaba por las cosas a que fuimos sometidos por la represión policial, ahora con casi 16 años es uno de mis orgullos. La Brenda llegó muy pequeña, es una excelente estudiante y nos reímos mucho cuando vemos que está americanazada, algunos cubanismos le parecen trabalenguas, pero aún me pide frijoles negros.
A esta ciudad he aprendido a quererla, con sus ruidos, sus incongruencias poblacionales, sus apasionamientos y sus defectos -porque los tiene- pero por sobre todas las cosas, amo a Miami por arroparme (nos) y darme esperanzas para vivir cuando ya las tenía perdidas.
Le agradezco a Miami las amistades que conocía y recuperé, también a las que he ido sumando en estos años, para mí, súper importante, porque como dice el dicho “el que tiene amigos , tiene un central” y realmente no me puedo quejar de ellos.
Gracias también por esos espacios que me ha permito conocer, donde he pasado momentos espectaculares, esa Calle 8, Ball & Chain; mi querido Lekoké Win and Bites, con Laura y Ronald incluidos; a Pedri e Isa por la hospitalidad constante , disfrutar de El TanKe y su deleite de cervezas artesanales… y muchos más (nuestro periplo de fiestas es largo y tendido).
Agradezco de Miami volver a escuchar libremente y bailar esa música que me estuvo prohibida por tanto tiempo, agradezco tener de amigo a esa gran persona que es Luis Bofill y su manera espectacular de transportarme por y con la música.
También por la cocina y la sazón de los platos cubanos, que estaban casi olvidados por el paladar.
Gracias a Miami por sus playas, su cielo azul, sus paisajes, su gente, mi gente.
Por darme la oportunidad de insertarme en esta sociedad y echar para adelante por mí y mi familia, por permitirme despertar cada mañana (bien temprano, por cierto) y agradecer estar aquí, simple y llanamente estar.
Gracias Miami, por existir.