El amor, el que entra por la cocina

En casa, de los ajiacos cubanos que hice al llegar en mi primer año en Miami (Sept, 2013), y con la Brenda al lado.

Gracias a mi querido Luis Eligio D’Omni, por el impulso para escribir este post.

Los olores, los sabores de la comida jamaicana forman parte de mi vida y la de mi familia, todo eso lo arrastramos por mucho tiempo. Ese olor a canela, a dulce de guayaba, a lechón asado, son inconfundibles.

Pero ya dije que crecí en un hogar con muchas mezclas y donde la comida era eso, un saco inmenso donde cabían muchos sabores y muchas mañas.

Reconozco que no soy muy dada a comer de todo y que de pequeña pasaron las de Caín conmigo, pero recordar a mi abuela cocinando es un privilegio que sé muchos comparten.

Con ella aprendí a romperme la cabeza con recetas que en aquel entonces estaban -para mí-escritas en sánscrito o algo así.

Cocinar es un arte, un oficio, una virtud.

Sus gustos eran complicados por así decirlo, pero cocinaba de maravillas, lo reconozco, de su tierra se trajo el ñame, el guapen o fruta de pan, el ackee o árbol del seso, este último tiene sus características, no se debe comer hasta que madure de forma natural porque de otra manera es venenoso y se usa para acompañar otros platos, es un poco dulce y el plato ideal es con pescado salado.

Mi sorpresa fue grande cuando lo vi acá en en supermercado Publix, en un envase de cristal muy pulcro y divino… y con el precio un poco ‘calentico’.

Tampoco podía faltar en casa la carne de cerdo y los frijoles colorados mezclados con arroz blanco. El ñame, la col hervida y   el guapen lo acompañaba con carne, nunca de pollo, a no ser crillo y criado en casa.

Por supuesto que después a abuela no le quedó más remedio que cubanizar sus platos, no todos en la familia le hacíamos la corte, los más pequeños éramos los más cabezones.

Pero gracias a eso aprendí a cocinar y reconozco que me encanta, hasta estos días no he matado a nadie, jajaja y parece que tengo cierto éxito con determinados platillos: el ajíaco, el congrí y según dicen hago unos chícharos de infarto (que alguien se atreva a decir lo contrario y no los invito más).

Los dulces y esas carnes espectaculares se las dejo a mi querido esposo, de verdad no me puedo quejar, el Chuli cocina espectacular.

Indudablemente somos una mezcla de lo que comemos, de los platos que ofrecemos a los hijos, a los amigos, a las parejas, a los colegas.

Mantener esa costumbre, la de cocinar en medio de tantos compromisos se torna a veces difícil, pero es algo que no abandono, a veces por placer, a veces para no perder la memoria, a veces solo para recordar olores y sabores y casi siempre por el placer de degustar un buen plato.

O simplemente para que el amor siga entrando por la cocina y no se escape.